
Durante el año que recién terminó entendí el amor como una especie de esclavitud consentida. Es mentira: la libertad sólo existe cuando él esta presente. Aquel que se entrega totalmente, que se siente libre, ama al máximo. Y el que ama al máximo, se siente libre.
Me sentí herido cuando perdí a los hombres de los que me enamoré. Hoy estoy convencido de que nadie pierde a nadie, porque nadie posee a nadie.
Ésa es la verdadera experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo sin poseerlo.
Un día un hombre tiró una piedra al agua. En el lugar en el que cayó la piedra aparecieron pequeños circulos que se fueron ampliando, hasta alcanzar un pato que pasaba casualmente por ahí y que nada tenía que ver con la piedra. En vez de asustarse con la onda inesperada, decidió jugar con ella.
Hace unos días entré a un restaurante y fue como si Dios hubiese tirado una piedrecilla en aquel lugar. Las ondas de energía me tocaron a mí, y a un hombre del otro lado de la mesa.
Soy consciente de que ciertas frases no son escritas por mí, sino por un hombre lleno de "luz" que soy y rechazo aceptar.
Puedo seguir así, pero también puedo, como el patito del lago, divertirme y alegrarme con la ola que llegó de repente y alteró el agua.
Existe un nombre para esa piedra : pasión. Describe la belleza de un encuentro fulminante entre dos personas, pero no se limita a eso; está en la excitación de lo inesperado, en el deseo de hacer algo con fervor, en la certeza de que se va a conseguir realizar un sueño. La pasión nos da señales que nos guían la vida, y me toca a mí descifrar esas señales.
Me gustaría creer que estoy enamorado, de alguien a quien aún no conozco y que no entraba en mis planes.
Aunque lo perdiera ahora, he obtenido una semana feliz en mi vida. Considerando el mundo tal y como es, una semana feliz es casi un milagro.